domingo, 8 de mayo de 2016

Entre invierno y verano, elijo primavera

Nuevos pensamientos desbordados...


El invierno se había apoderado de él, golpeado por las obligaciones, las responsabilidades que su familia había escogido asignarle; las mismas que él, pasivamente, había querido asumir. En invierno, eran muchos los días grises, en los que la tristeza, la anhedonia, los recuerdos distantes, se sentaban a la mesa con él, lo alimentaban. 

Pese a eso, era un tipo seguro, un seductor golpeado por la experiencia de haberse ilusionado, alejado de la espontaneidad, aferrado a un traje oscuro, a la sobriedad de la corbata. Un luchador incansable, merecedor de la confianza de quienes pensaron que iba a cumplir con la tarea asignada. 

Ella era verano, pero no un verano cualquiera... era el mes de vacaciones. La que se apuntaba igual a comer aceitunas en lo alto de una montaña, que a saltar olas en el mar a medianoche. Ella, se empanaba de arena y reía al descubrir que podría crear su propia playa en el salón de su casa con los restos que arrastraba. 

Con todo esto, era una mujer segura. Fue golpeada por el desamor en el mes de octubre y eligió olvidar los otoños y quedarse viviendo julios. Se acostumbró al descaro de la asilla, a las faldas más corta de lo que esperaba. Llenó su cuerpo de pendientes que lucía encantada, porque eran agujeros que ella elegía y sentía que lo controlaba. 

Y como no, se encontraron... el señor gris y la muchacha del julio eterno. La casualidad jugó con ellos a encajarlos, a sorprenderlos. 

Se miraban, a lo lejos... se deseaban en las distancias cortas. Se celaban, en las interpretaciones malentendidas... se devoraban en el mundo de las explicaciones, en cada ansiosa justificación por llegar a lo objetivo. Se amaban en la contradicción de sus mundos porque cada uno al otro, lo tambaleaba, obligándose a reencontrarse en el equilibrio.

Diego, que así se llamaba él, necesitaba ser quien controlaba la situación y en muchos instantes consiguió desconcertarla, por su confianza, por su insistente deseo de conseguir cuanto anhelaba. María, se asustaba al sentirse atraída por aquel que parecía muy lejano a ella, pero que le quemaba la piel al mirarla. 

Se quemaron muchas veces... ardieron al explotar del sexo y al tratar de sentar a negociar al corazón de María y el cerebro de Diego, al intentar crear primaveras... se quemaron.

En brasas decidieron alejarse el uno del otro. 

Fue entonces cuando Diego se dio cuenta de que en ocasiones podía vestir en vaqueros y reír a carcajadas sin mirar el reloj, como le enseñó María.  Descubrió el mes de abril en el calendario y decidió quedarse a vivirlo. 

María, golpeada por segunda vez en otoño, pasó sufriendo en el invierno, evitando mojarse los pies en los charcos; protegiendose de las embestidas de su corazón, cuando el gris evocaba al señor del traje y el ceño fruncido de preocupación. Pensándose torpe en el frío, se mudó a la primavera y allí, echó raíces.

Y abril es primavera, cuanto buscaron juntos y sólo descubrieron tras doblar la esquina de la calle "Te olvido" con "Te echo de menos".

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