domingo, 5 de junio de 2016

Senticienta

Nuevos pensamientos desbordados...




 Aquel era siempre su principio y su fin, su refugio, su mar de dudas.

Buscaba con desesperación al dueño de aquel beso robado, a quien hizo correr un torrente de electricidad en su cuerpo... desde los dedos de sus pies hasta su pelo. Al que la sujetó con firmeza, sin dudarlo y consiquió eclipsarla, tatuando el disfrute en cada poro.

No podía pensar en nada más, como el príncipe buscando a cenicienta, pero con el sabor grabado en su boca y el recuerdo de las sensaciones en su cuerpo.

Siempre llegaba a su refugio, aquella cama en la que soñaba con reir de placer, que hoy era escenario de su angustia. Su rincón de paz, en ocasiones, que ahora era la evidencia de su soledad, de su búsqueda a ciegas, de extrañar lo imaginado.

Y besó incansable, recorrió camas que casi se aproximaron a lo que esperaba, pero no eran lo que deseaba. Retorció su espalda, rota de placer pero no aquel del que estaba convencida querer depender.

Siempre regresaba a su cama vacía, allí la esperaba el revuelo de pensamientos que la debatían entre la ilusión que generaba su búsqueda del placer con mayúsculas y la aceptación de la mediocridad, de las emociones en letra pequeña, de todo lo que se negaba a dejar entrar en su vida, al conformismo.

Gritaba de rabia, en su negación.

No cesó en su casting de besos y manoseos; se negaba a no ser poseída con ansia, sólo quería que la devorasen, no... sólo anhelaba que fuera él, quien arrancara de su piel cada uno de los recuerdos de aquel momento, las sensaciones fijadas en su cintura, su culo y la espalda... necesitaba acariciar sus huellas, sentir los dedos clavados en sus muslos. Saberse recorrida por mil caricias que ascienden desde la pasión hasta sus tetas.

Y lo encontró, en el viaje de besos y polvos derramados; supo que era él sólo con engancharse a su mirada.


No hay comentarios:

Publicar un comentario