domingo, 23 de octubre de 2016

Bailando...

Nuevos pensamientos desbordados...


Me descubrí bailando.

Porque vivir es bailar, a veces solos y otras veces en compañía.

Bailar es acompañar lo que escuchas con tu cuerpo, emocionarte de verdad con lo que absorbe tu piel, con el vibrar de un tempo, con el sutil susurro que entra por tus oídos y te eriza la piel.

Aprendí a bailar solo, en ocasiones traté de compartirlo pero no quise perder el control y en la lucha pisé y amoraté mis uñas de los pies y otras partes de mi cuerpo, también de sus cuerpos.

Estoy en medio de la pista, quiero bailar en compañía, aprender a hacerlo.

Para empezar el baile, quiero que me mires porque ya resolvimos el lenguaje que crearon tus ojos con los míos. Sé que con una mirada sabremos si el día va de tango o de bachata, incluso si es mejor dejar la danza para mañana.

Que me mires y cojamos aire al tiempo, justo antes de que empiece la música.

Que cojamos aire y confirmemos con el tacto que estamos seguros, que si tiemblo me afiances y si dudas, pueda sujetarte firme.

Ya suenan las baquetas, marcando el ritmo de lo que viene y desde aquí escucho tu corazón nervioso pero, justo late con el mío. Nos acompasamos.

Tenemos que atrevernos, ya conocemos el baile. Parece que es cuestión de confiar, de saber que si necesitas marcarte un sólo, no tendré inconveniente en dar un paso atrás y ya veré si surge girar también en mi soledad, pararme a mirarte o acompañarte en la distancia, bajando la intensidad. Igual, soy yo quien desea girar a solas, sabiendo que tú permanecerás en la pista.

Si te descubro dudosa en el paso, no temas; levanta la cabeza y mírame, déjate llevar que yo seré quien te guíe. Conectados sabremos si el otro anda despistado y no pasa nada, esa es la suerte de compartir.

Cuando bailé solo, me paralicé así que sé lo que se siente y que si nos buscamos, un mínimo gesto ayudará a tu cuerpo a continuar, sin que lo pienses.

Quiero que si percibes que me pierdo, me sujetes firme la cara y me obligues a mirarte, podemos convertir cualquier baile en tango pero, no dejar de bailar.

Y ya, casi lo tenemos, no resultó al fin tan complicado. Hemos danzado por ocho versos y tres estribillos. Mezclamos estilos y paramos en cada cambio a mirarnos, para comprender lo que se nos venía. Te pisé en el rock´n roll, pero sonreíste y descubrí que lo esperabas porque conoces mi cojera, esa pequeña manía que arrastro de mis bailes solitarios.

Y ya paró la música,  te tengo apretada junto a mí y siento, de nuevo, tu corazón latir, acompasado al mío... esta vez de emoción y siento que podemos seguir bailando.

¿Bailamos?

No hay comentarios:

Publicar un comentario