Escogió, entre sus recuerdos, casi todos los que le hicieron sonreir y los compartió. No alardeaba de ser feliz, se conformaba con expresar su alegría por haber estado, por haber sentido cada una de las emociones que trepaban por sus pies para inundar su alma. Si la oías, sólo entendías la felicidad... si la escuchabas, podrías llegar a percibir cada una de las guerras en las que había peleado para que ése, su recuerdo, fuera lo que finalmente había sido... en lo que ella eligió convertirse, la experiencia que quiso tener.
Sus palabras también tuvieron miedo, pero no se rindieron y saltaron temerosas sobre los abismos. Sus manos temblaron, muchas veces, cuando el resto de su cuerpo se paralizaba asustado ante algunos de los caprichos de la casualidad, su reto. Tuvo suerte de tropezar, a veces, con manos que la sujetaran e incluso llegaran a empujarla hacia el vacío para no dejarla pensar.
Quiso que su presente pasara hace ya mucho tiempo. Fue aquella etapa en la que después de tanto sacrificio, aprendió a disfrutar de su tiempo, a paladear los minutos de su vida, las horas de charlas con sus hijos, ya no tan niños. Tuvo un presente en calma, una historia prudente y disfrutona en la que eran otros quienes tenían que arriesgar y construir vidas entorno a ella.
Su ahora es este momento... justo cuando tú lees cómo ella decidió seleccionar sus recuerdos y hacer de su futuro un nuevo acantilado. Justamente ahora, está corriendo para lanzarse a su incierto futuro; por el placer que le provoca seguir coleccionando recuerdos.
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