domingo, 22 de octubre de 2017

DES- VESTIDOS

Nuevos pensamientos desbordados...


A menudo observo los vestidos de la gente, me encanta descubrir si van apretados, libres, forzados... a menudo miro también qué ropa llevo, valorar de qué me despojo o con qué me abrigo. A menudo, también siento que no puedo desnudarme sola, que me es complicado sacar la cabeza de algún disfraz.

Hay quien se viste de hielo sin darse cuenta de que este traje se derrite y que en poco tiempo quedará desnudo. No atienden a que el hielo quema y deja marcas en la piel que son difíciles de borrar.

También he visto fuegos, que queman a quien se acerca y que se crecen pues es lo que desean, sin ver que luego, apargarse lleva su tiempo y quizá no logren hacerlo cuando deseen, cuando lo esperen. Quizá calcinen aquello que deseaban atesorar o no puedan abrazar más que a quienes se vistan con tejidos ignífugos, muy difíciles de encontrar.

Yo me he vestido de acero, de resuelta, de sobrada. Me he vestido de independiente, de intolerante, de necesaria. Aquellas ropas no son más que fachada, fajas que protegen mis inseguridades, las grietas de mi alma. Creí tapar mis miedos con la falsa apariencia de metal reluciente.

A menudo me gusta maravillarme con cómo la gente se despoja de sus disfraces y baila desnuda. Cómo yo deambulo en pelotas asumiendo los riesgos y coleccionando más éxitos que con aquella pesada vestidura. El mejor triunfo es encontrar tu necesidad de otros, la posibilidad de que te cojan de la mano y te guíen, sin abuso.

A menudo pienso que debo ampliar mi armario y llenarlo de sedas y gasas, a sabiendas de que recurriré a mi cota de malla, a mi traje de hielo y a mi blusa de fuego... A menudo pienso que es tan complejo vestir siempre de acero, como de pluma.

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